Maestro de Maestros
La obra de Juan Martínez Montañés constituye un hito en la escultura española del Barroco y es modelo imperecedero de la escuela sevillana.
En la pasada exposición Maestro de Maestros se ofrecía un excepcional repertorio que testimonian la ambición de los grandes encargos que abordó, lo sublime de sus imágenes devocionales y la novedad de sus modelos iconográficos.
La belleza de esta exposición del Maestros de maestros reside en la posibilidad de poder apreciar las esculturas de primera mano, siendo obras que, por su situación en los retablos o escondidas en conventos, no eran habitualmente observadas y mucho menos desde tan cerca.
Juan Martínez Montañés
Juan Martínez Montañés nace en 1568 en Alcalá la Real, Jaén, siendo hijo de un bordador de origen zaragozano. Con doce años inicia en Granada su aprendizaje artístico y llega a Sevilla ya con unos 19 años, donde se casa con Ana de Villegas y tiene 6 hijos.
Trabajó con escultores como Núñez Delgado hasta aprobar el examen de la profesión que le acreditaba como hábil y suficiente para ejercer oficio. Después trabajará para Sevilla, Andalucía y América.
La colaboración del escultor con otros artistas va a ser constante, destacando Juan de Oviedo, Juan de Mesa, Francisco de Ocampo o Francisco Pacheco quien va a policromar algunas de sus obras, consolidando la policromía mate.
Tras enviudar en 1613, vuelve a casarse con Catalina Salcedo, teniendo 7 hijos.
En 1620 comienza una etapa de intensa producción, mientras que en Sevilla se evidencia el declive económico.
Sobre 1630 realiza el retablo de la Iglesia de San Miguel de Jerez de la Frontera, las obras para el convento de Santa Paula de Sevilla y obras emblemáticas como San Bruno y la Cieguecita.
En 1635 en Madrid modela el retrato de Felipe IV para la estatua ecuestre de Pietro Tacca que se encuentra en la Plaza de Oiente, por lo que fue llamado Lisipo Andaluz.
Murió a la edad de 81 años en la epidemia de peste de 1649 y fue sepultado en la Iglesia de la Magdalena.
Grandes Encargos
Retablo del Monasterio de San Isidoro del Campo
La primera parte de la exposición estaba dedicada el Retablo del Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce. Los monjes jerónimos le encargaron estas obras para decorar el retablo-sepulcro de sus fundadores: Alonso Pérez de Guzmán, llamado El Bueno, y su esposa, Doña María Alonso Coronel.
Ambos fundadores de la Casa de Medina Sidonia llegaron a ser el linaje más importante de la alta nobleza en Andalucía durante la Baja Edad Media. Si queréis saber más, os invito a descubrir el artículo en nuestro blog sobre el Monasterio de San Isidoro del Campo.
Los santos Juanes
Era muy típica la devoción a los Santos Juanes, San Juan Bautista y San Juan Evangelista, en los conventos femeninos de la Edad Moderna. Así fue como las monjas agustinas del Convento de San Leandro le hicieron el encargo de un retablo dedicado a la vida San Juan Bautista, del cual destaca la Cabeza del Bautista degollada. San Juan Bautista será el último profeta y el primer mártir. También se le ha venerado en otras religiones como profeta: en el Islam o el Mandeísmo.
Montañés no representa al santo siempre de igual manera y fisionomía, aquí lo muestra imberbe, con un ligero contrapposto de la pierna que da naturalidad a la escultura. Lleva una túnica de piel de camello, manto rojo estofado: símbolo de su martirio. Con su mano derecha nos indica lo tiene verdadera importancia que no es otra cosa que lo que porta en su mano izquierda: sobre el libro se encuentra el Cordero Divino, el Agnus Dei, símbolo de Cristo. Rostro manifiesta una profunda concentración espiritual.
Imágenes devocionales
San Cristóbal con el Niño
Algunas de las imágenes devocionales más importantes de Martínez Montañés fueron su San Jerónimo Penitente o esta colosal figura de San Cristóbal con el Niño que se encuentra en la Iglesia del Divino Salvador.
Con él, anticipa la renovación estética de la escultura sevillana del siglo XVII. Maestros procedentes de Castilla le hicieron incorporar rasgos comunes como la enérgica disposición corporal del santo y una talla virtuosa.
Cristóbal significa: Portador de Cristo. A este santo le encomienda la custodia de los viajeros y transportistas. Alcanzó fama de protector ante el mal, por ello se presenta colosalmente en los templos, en Sevilla lo encontraremos en la Catedral o en la Iglesia del Convento de Santa Paula. Si quieres saber más sobre la historia de San Cristóbal te animamos a visitar con nosotros la Catedral de Sevilla…
Santo Domingo de Guzmán
Cabe destacar la talla de Santo Domingo de Guzmán Penitente, una de sus creaciones más destacadas en su etapa madura. Ocupó el centro del retablo mayor del convento de Porta Coeli.
Francisco Pacheco, suegro de Velázquez, hizo su policromía así como de otras obras. Asentó el gusto por el acabado mate y no brillante, más realista, tal y como argumenta en su tratado Arte de la Pintura. Pacheco fue más famoso por sus escritos sobre Arte que por la calidad de sus obras.
San Bruno y los cartujos
Una figura que llama la atención por su poderosa sobriedad es San Bruno. Montañés realiza esta talla para la Cartuja sevillana. Una escultura que habla del retratado, de su carácter ermitaño como camino hacia la santidad y de los ideales cartujos de silencio, soledad y austeridad.
Son bellísimos y muy cuidados los pliegues de su hábito. Tanto en esta obra como en la anterior, vemos que los santos portan la cruz de Cristo en sus manos.
El Retablo de la Iglesia de San Miguel
El Retablo de la Iglesia de San Miguel en Jerez de la Frontera fue uno de los proyectos más ambiciosos del escultor que realizó cuando tenía más de 70 años. A ambos lados del retablo se sitúan las esculturas de San Pedro, a la izquierda, y San Pablo, a la derecha. Son personajes de aspecto imponente, amplios ropajes y gestos solemnes, ejemplo de como el escultor asimila los conceptos del Barroco en su madurez.
San Pablo tiene largas melenas y barbas de suaves ondas. Está erguido en pie, en contrapposto reforzado por la línea oblicua que marca el manto. Esto dirige la mirada del espectador a la espada, símbolo de su martirio y al nuevo Testamento. Destaca la rica ornamentación de sus ropajes, simulando adamascado.
San Pedro se encuentra con actitud estática y potente, lleva la llave dorada de la puerta del Paraíso y los Evangelios. Su cabellera es rizada, con el característico copete montañesino y tiene gran expresividad en su rostro. La túnica y manto envuelven la imagen en movimiento. Motivos decorativos vegetales esgrafiados en oro. Cenefa adornada a punta de pincel.
Aportaciones iconográficas
La Compañía de Jesús
Dentro de las Aportaciones Iconográficas al Barroco Sevillano, destacan los encargos realizados por la Compañía de Jesús, para celebrar sus festividades y reconocer a sus promotores: San Ignacio de Loyola y San Francisco de Borja. Montañés interpreta con fidelidad los santos, tanto en su fisonomía como en su profunda espiritualidad.
En el San Ignacio de Loyola, figura de un porte espectacular, Pacheco se encarga de la policromía y dice de él que “parece verdaderamente vivo”, éste emplea sombras en pómulos y nariz, y color en venas, dando barniz de clara de huevo a los ojos para darle realismo.
La Inmaculada
Al igual que otros de sus contemporáneos, Montañés se dedica al tema de la Infancia y la Maternidad con sus Vírgenes, sus Niños Jesús y sus Inmaculadas. Una madre que bendice y mira a sus fieles con una gran dulzura en su rostro.
A comienzos del siglo XVII en Sevilla, la devoción a la Inmaculada Concepción se expresó en un repertorio de imágenes que se divulgó con rapidez. Predicadores y artistas colaboraron en esta difusión.
Montañés talló Inmaculadas comenzando por la de la iglesia de El Pedroso, con manos unidas en oración, y rostro en sentido opuesto, expresión de recato que rehúye la mirada directa. Este ejemplo inspiraría las inmaculadas de las parroquias sevillanas de San Julián, San Andrés y del Convento de Santa Clara, alcanzando la perfección con la Cieguecita, según el modelo propuesto por Pacheco: una mujer coronada de estrellas, juntas las manos y un trono de ángeles con la luna a sus pies.
La Cieguecita de la Catedral de Sevilla es la Inmaculada más conocida. Responde a este modelo de Virgen apocalíptica. En ella se muestra la belleza y gracia sin adornos, provoca devoción e invita a rezar. Su rostro inclinado, humildad y modestia.
El Crucificado
Las imágenes de crucificados se encuentran entre las mejores creaciones del artista por su perfecto conocimiento anatómico y elegante clasicismo espiritualizado.
El Cristo de Los Desamparados
Esta talla pertenece al Convento del Santo Ángel de Sevilla. Es un Cristo muerto, con tres clavos, lo que lo acerca a las producciones de Juan de Mesa, su discípulo más aventajado. El rostro presenta la habitual barba bífida de suave talla, al igual que los mechones de cabello, recurso que también empleará Juan de Mesa.
El Cristo de la Clemencia
El canónigo Mateo Vázquez de Leca le encargó la realización de un crucificado para su oratorio privado y llegó a ser una de las obras más emblemáticas: el Cristo de la Clemencia.
Debía presentar al Cristo vivo, antes de expirar, con la cabeza inclinada hacia el fiel, invitándole a la oración.
Destaca por la armonía de sus proporciones, el equilibrio expresivo y transmite gran serenidad.
Sorprende por su intenso naturalismo, realzado por la policromía mate y ligera de Pacheco, convirtiéndose en una obra clave en la producción de ambos.
Una gran muestra de arte
Con esta breve reseña, espero haber dado una idea de lo que ha sido la maravillosa exposición Maestro de Maestros del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Os espero en nuestras redes sociales: Facebook, Instragram, en nuestro blog de Culturea Experience así como en futuras visitas guiadas en la ciudad de Sevilla y provincia.
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