¿Hércules: Mito o realidad?
Todos los comentaristas e historiadores coinciden en afirmar que Sevilla fue fundada por Hércules. Pero, ¿podemos dar crédito a esta afirmación? ¿No es Hércules un dios de la mitología clásica? ¿Cómo vamos a creer en un dios mitológico que vino a Sevilla a fundarla como ciudad?

Los fenicios en España
Hacia el año 1000 antes de Cristo, o sea hace ahora alrededor de tres mil años, llegaron los primeros navegantes fenicios a España. Venían surcando el mar Mediterráneo, habiendo costeado el Norte de África, donde aprendieron la religión egipcia (la del dios Osiris y la diosa Isis); y donde fundaron una colonia, cerca de la actual Túnez, a la que dieron el nombre de Kar-tago, que significa ciudad nueva.
Desde ahí continuaron progresando en sus periplos o navegaciones, acercándose cada vez más al Estrecho de Gibraltar. No osaban a traspasar esta zona por el miedo que sentían todos los antiguos al océano desconocido, el Atlántico.

Entre dos mares
Solamente un navengante, más atrevido que los otros, llamado Melkart, se decidió a pasar con su barco, desafinando las corrientes, por entre los dos promontorios que forman el Peñón de Gibraltar y el Peñón e Calpe.
Tras encontrar el océano Atlántico, siguió costeando hacia el norte, hasta que encontró la desembocadura del río Guadalquivir, que en aquella época se encontraba a la altura de Coria del Río. Remontó este río y llegó al lugar que hoy ocupa Sevilla. Aquí, en un islote formado entre dos brazos del río, encontró su lugar.
Se trata del espacio donde hoy vemos la Plaza del Salvador, la cuesta del Rosario y la Plaza de la Pescadería. En este triángulo, actualmente, cuando se hacen zanjas para abrir cimientos cada vez que se construye un edificio, o cuando se efectúan reparaciones del alcantarillado, suelen aparecer fragmentos de cerámicas y otros vestigios de la primera fundación fenicia.

La primera factoría fenicia
La leyenda afirma que, sin embargo, aquellas tierras ya estaban pobladas por los turdetanos, que al mando del rey Gerión, vivían del comercio de las pieles y cueros de los numerosos toros bravos que ocupaban colinas y llanos de la región.
Sin embargo, Melkart, el navegante, estableció aquí la primera factoría comercial fenicia a la que dio nombre de “Spal”, que en idioma fenicio parece significar “llanura junto a un río”, o sea “marisma”.
Además, consiguió mediante tratados, y mediante incursiones armadas, apoderarse del monopolio de las pieles y cueros de Andalucía, probablemente enseñando a los indígenas turdetanos a capturar y matar los infinitos toros bravos que ocupaban los montes y llanos de la región.
Esto pudo hacerlo tras someter al rey de los turdetanos, Gerión, a quien impuso además de una servidumbre comercial, el cambio de la religión primitiva que profesaban los turdetanos, por una nueva religión egipcia.

Los orígenes de la leyenda
Hasta aquí los hechos tal y como ocurrieron. Más tarde, sobre esta base real se formó la leyenda. Melkart, cuando murió, fue declarado por los egipcios y fenicios como héroe, santo y dios, cambiándose luego su nombre de Melkart por el de Herakles, y entre los latinos por Hércules.
Es natural que se le considere héroe, puesto que había sido el primero en atreverse a una navegación por un océano desconocido que se suponía lleno de maleficios y peligros. Es natural que se le considerase santo y dios, por haber llevado una religió a unos pueblos salvajes.

El pueblo hace al héroe y al santo
En realidad los fenicios se comportaron exactamente igual que se han comportado los pueblos posteriores, y así nosotros, los españoles, hemos considerado héroes a los audaces descubridores de América, que fundaron ciudades en México o en Perú, y les hemos reconocido virtudes piadosas, por haber llevado nuestra religión cristiana a los indios salvajes del Nuevo Mundo.
No han faltado repetidas proposiciones e intentos para canonizar a Cristóbal Colón como santo, por haber sido el iniciador de la cristianización de América. Aún hoy se está promoviendo por ese motivo la causa de santidad en favor de la reina Isabel la Católica, por haber patrocinado el descubrimiento de América, que duplicó el ámbito de la cristiandad.
Pues del mismo modo fue como Melkart, llamado Herakles y Hércules, subió a los altares de la mitología clásica.

El paso a la posteridad
Después, los poetas y los autores de tragedias, en Grecia y Roma, inventaron, con sucesos auténticos de su vida, las leyendas de “Los Doce trabajos de Hércules” entre los cuales figuran, más o menos embellecidos, el haber roto las montañas que unían África y España, lo que significaba simbólicamente el haber forzado el paso del Estrecho de Gibraltar. De esta manera, se derribaron mitos y temores y se convirtió en “Plus ultra” lo que hasta entonces había sido “Non plus ultra”.
Y otro suceso, el de haberse apoderado del mercado de cueros y pieles de toros, que enriqueció el comercio fenicio, se convierte en la leyenda de que “limpió los establos del rey Gerión y domesticó a los toros feroces”.

El mito de Hércules
Cuenta el mito que Hércules fue el hijo de Zeus y Alcmena. Pero su nacimiento no fue fruto de una relación amorosa, pues Zeus se hizo pasar por el marido de Alcmena, que se llamaba Anfitrión, y adoptó su forma aprovechando que se había ido a la guerra. De esta manera, llegó a tener un hijo con ella, Hércules. Eso trajo duras consecuencias para el joven Hércules, pues la esposa de Zeus, Hera, al enterarse y enfurecida por este suceso se encargó de atormentar la vida de Heracles desde niño.
Heracles no era conocido por poseer una gran inteligencia o sabiduría, las cosas que más disfrutaba eran el vino, la comida y las mujeres. Además era muy temperamental, lo cual le hacía perder el control de su inconmensurable fuerza cada vez que se dejaba llevar por la ira. No obstante, esto no significaba que todo fuese malo. Ya que una vez calmado llegaba a comprender el peso de sus actos y aceptaba el castigo que merecía. Llegando a comprometerse a no usar su fuerza durante el tiempo que durase dicho castigo.
Nuestro héroe griego también tuvo hijos con Megara, sobre los cuales cayó un terrible suceso. Hera, la mujer de Zeus, como ya hemos comentado, al no poder derrotar a Hércules debido a que era más fuerte que ella hizo que este perdiera la memoria por un lapso de tiempo. Hércules, al estar confundido, asesinó a sangre fría a su esposa y sus tres hijos y cuando recuperó la memoria este se llenó de tristeza y agonía. Para remediar sus actos, aceptó realizar 12 trabajos, encomendados después de visitar el Oráculo de Delfos como penitencia.

Las doce tareas de Hércules
La lista de tareas, trabajos que se le encomendaron a Hércules, con el fin de purificar sus pecados y otorgarle la vida eterna, fueron los siguientes:
- Matar al León de Nemea
- Matar a la Hidra de Lerna
- Capturar a la cierva de Cerinea
- Capturar al Jabalí de Erimanto
- Limpiar los establos de Augías en un solo día
- Matar a las aves del Estínfalo
- Capturar al Toro de Creta
- Robar las yeguas del rey Diomedes
- Recuperar la faja de Hipólita, Reina de las Amazonas
- Robar el ganado del monstruo Gerión
- Robar las manzanas del jardín de las Hespérides
- Capturar y traer de vuelta a Cerbero, el Guardián del Inframundo
Finalmente, Hércules logró superar estas 12 difíciles tareas y se ganó su lugar como el mayor héroe de la historia griega,junto a Aquiles.

El fundador y sus vestigios
Sevilla, a través de todos los historiadores y cronistas, ha reconocido siempre, y reconoce, a Hércules como fundador de la ciudad. Por esto, encontramos su estatua colocada en los lugares públicos, y en el puesto de honor de los padres de la patria. Así, en el arquillo del Ayuntamiento, la estatua de Hércules es la primera.

Y cuando el insigne asistente de la ciudad, don Francisco de Zapata y Cisneros, conde de Barajas, construyó el paseo de la Alameda, puso en él, rematando una de las columnas traídas del tempo de la calle Mármoles al nuevo paseo, la estatua de Hércules, fundador de Sevilla, y dio precisamente su nombre al lugar, que desde entonces se llama Alameda de Hércules.

Finalmente diremos que en la Puerta de Jerez (puerta de la muralla, derribada en el siglo XIX) hubo sobre el arco de entrada unos versos latinos, que traducidos al castellano decían:
“Hércules me edificó,
Julio César me cercó
de muros y torres altas,
y el rey santo me ganó
con Garci Pérez de Vargas*.”
*(Garci Pérez de Vargas fue un caballero castellano del siglo XIII, héroe de la Reconquista Española.)


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